Después de años de mirar fijamente a las empresas tecnológicas más grandes del mundo y establecer el estándar para una regulación estricta en todo el mundo, Europa ha parpadeado. Bajo intensa presión de la industria y el gobierno de EE.UU., Bruselas está eliminando las protecciones de su buque insignia Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) – incluida la simplificación de sus infames ventanas emergentes de permiso de cookies – y la relajación o retraso de reglas históricas de IA en un esfuerzo por reducir la burocracia y reactivar el lento crecimiento económico.
La propuesta diluye una parte clave de las amplias normas europeas sobre inteligencia artificial, la Ley de IAque entró en vigor en 2024 pero tenía muchos elementos que sólo entrarían en vigor más tarde. El cambio amplía el período de gracia para las normas que rigen los sistemas de inteligencia artificial de alto riesgo que plantean “riesgos graves” para la salud, la seguridad o los derechos fundamentales, que debían entrar en vigor el próximo verano. Las reglas ahora sólo se aplicarán una vez que se confirme que «los estándares y herramientas de soporte necesarios están disponibles» para las empresas de IA.
La reforma propuesta no llegará tranquilamente a Bruselas, y si nos guiamos por el desarrollo del RGPD y la Ley de IA, se avecina una tormenta política y de lobby. El RGPD es una piedra angular de la estrategia tecnológica de Europa y una política tan sagrada como puede llegar a serlo. Los borradores filtrados ya han provocado indignación entre los grupos de derechos civiles y los políticos, que han acusado a la Comisión de debilitar las salvaguardias fundamentales y ceder a la presión de las grandes tecnologías.
La decisión se produce tras meses de intensa presión por parte de las grandes empresas tecnológicas y Donald Trump, así como de figuras internas de alto perfil como el ex primer ministro italiano y el ex director del Banco Central Europeo. Mario Draghi – instando al bloque a debilitar la onerosa regulación tecnológica. Con muy pocas excepciones, Europa no tiene competidores creíbles en la carrera global de la IA, que está dominada por empresas estadounidenses y chinas como DeepSeek, Google y OpenAI.
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